Los de mi generación nos criamos corriendo en la calle detrás de un balón o escondidos en antejardines para salir a gritar “un, dos, tres, por mí y por toda la barra”. El mayor peligro que corríamos era que de repente pasara por la cuadra un carro a 40 km por hora, en cuyo caso nos subíamos a la acera y listo el pollo.
Después vinieron las unidades cerradas y los niños, aparentemente más protegidos, fueron atrapados por el televisor, donde Barney se hizo cargo de ellos. Luego cayeron de bruces frente a unas pantallas cada vez más pequeñas: del computador a la tableta y de esta al celular, que se los devoran, casi literalmente, frente a los ojos de los adultos.
Esta semana cundió el pánico gracias a una ballena de la que no teníamos ni idea. Se...