Por AMY BARNHORSTredaccion@elcolombiano.com.co
Hace unos años, la policía trajo a un hombre de 21 años a la unidad de crisis donde yo trabajo como siquiatra de emergencia. Sus padres habían llamado a la policía después de ver sus posts en Facebook que elogiaban a los asesinos de Columbine, se referían a la muerte inminente y destrucción en su universidad local y prometía su propio “Día de Retribución”. Su hermano informó a la policía que recientemente había comprado un arma.
Cuando entrevisté al paciente, él negó todo esto. No tenía historia de enfermedad mental y dijo que no quería ni necesitaba tratamiento. Mi labor era evaluar si cumplía o no con el criterio para ser admitido involuntariamente a un hospital psiquiátrico.
Cada tiroteo masivo...