En épocas idas, cuando había nuevos vecinos en la cuadra, las amas de casa se turnaban para socorrer a los advenedizos.
Los recién llegados, como las aves del cielo, no tenían que preocuparse por lo que comerían o beberían los primeros días. De esas minucias se ocupaba el vecindario. El trasteo es un tsunami en la cotidianidad que amerita una buena mano.
No residí en el viejo barrio bogotano de San Agustín donde vivirán el presidente Duque, señora y familia, pero como conozco la zona, les daré algunas ideas para parecerme a los vecinos antiguos.
Practico esta obra de misericordia en mínima reciprocidad con el conciliador discurso de posesión del nuevo César que me ganó para su causa. Con la venia de los duquistas purasangre, me declaro uno más...