Pareciera que la sociedad colombiana mató el tigre y ahora se asusta con el cuero. En seis años de negociación se logró sobre la mesa lo que parecía imposible: poner fin a un conflicto de más de cincuenta años con el grupo insurgente más importante de nuestra historia. Hoy se acrecienta el temor de perder esa ilusión. Pareciera que la violencia renace con la facilidad que lo hace la mala hierba. Ahora, que se ciernen nubarrones sobre los avances logrados, que las partes demuestran ineptitud para cumplir lo pactado y que la sociedad se muestra anestesiada, fragmentada y carente de sentido de Nación para exigir hechos concretos, resulta revitalizante recordar a Aristóteles cuando decía que la esperanza es el sueño del hombre despierto.
Es imperativo...