No ha mucho tiempo atrás, una semana apenas, un amanuense con quien por azar comparto páginas en este querido diario nuestro me dedicó unas coplillas trufadas a partes iguales de altanera pirotecnia y de espantapajaradas propias de un tuitero que me propongo hoy enmendar. Como no quiero enzarzarme en disputas literarias propias del Siglo de Oro –aunque, en cualquier caso, elegiría ser Quevedo, que Góngora vivió atribulado y murió pobre– y para no alimentar egos ajenos, como libertador llamado a remendar la historia que otros maltratan, con dos sablazos muy bien puestos pretendo liquidar presto este entuerto.
Y para no tardar mucho, vaya el primero.
Quien osa referirse a mi como “hijo de la Madre Patria”, pese a que es él quien al parecer de ella...