Es muy fácil ser solidario con el bolsillo ajeno. Pero, ¡ay amigo!, cuando nos tocan el nuestro, las cosas cambian. Es habitual leer sesudos análisis de expertos «independientes» glosando las bondades de las energías renovables. El problema es que su implantación radical cuesta miles de millones de euros o de dólares, lo mismo da, que pagamos los contribuyentes para que unos cuantos fondos de inversión internacionales se llenen los bolsillos con estas instalaciones que, por cierto, no logran abaratar nuestra factura de la luz.
Como me conocen ustedes y no soy para nada sospechoso de servir a intereses de petroleras, gasísticas o hulleras, sino todo lo contrario, ni tengo más afán que contar las cosas como son, sin temor alguno a la incorrección,...