Milenios de Historia han sido útiles para haber dotado a China y a su gente de caracteres peculiares. La laboriosidad de su población, el respeto por los ancestros, su particular sentido de la moral personal y social heredada de Confucio en los terrenos de armonía, estabilidad, obediencia y lealtad, le otorgan al conjunto de su sociedad un sello original y positivo. No hay chino que no considere a este legado como un “valor eterno”.
No ocurre lo mismo con algunos de sus líderes quienes se tornan impermeables al progreso mundial en el orden de las ideas y se vuelven ajenos a conceptos universales como el de la corrección.
El socialismo marxista, en su momento, enamoró en China a muchos de sus líderes y no pasó mucho tiempo sin que la alta dirigencia...