Como posdata a Colombiamoda, un evento lejano y cercano al mismo tiempo, al que tanto debemos en Medellín, te propongo, amor, sin que nadie se entere, evocar el rito matutino del vestier.
No es sino que abras la ventana y el mundo es esa luz lechosa desleída en el espejo donde tú, cariño, cubierta solo con el último velo del sueño, empiezas la angustiosa liturgia de la escogencia, de la selección de la ropa con la que te has de vestir.
Porque elegancia, aun etimológicamente, es elegir. Y si la sociedad tuviera conciencia de la raíz de desasosiego y tensión que es para la mujer la elección de las prendas que usará durante el día, adobaría la admiración o la atracción sexual con algo de cariñosa compasión.
No te ofendas, corazón, pero es que me...