Cuaresma convoca al silencio. Y uno puede preguntarse de entrada qué es el silencio. ¿Dónde está la raíz del silencio? ¿Es silencio no oír, no hablar?
Son preguntas que parecen innecesarias, pero que son esenciales cuando se busca el sosiego, la serenidad. O cuando se pretende practicar una higiene mental. También, cuando en el alma aflora una oración, sea porque la fe nos hace sentir a Dios, o porque el no creer, la increencia, nos hace saborear la oscura ternura de su ausencia. Y entonces ahí, en el lago manso de la libertad interior, brota el silencio como una flor de loto. Todo entorno se llena de tranquilidad, de apaciguamiento. Son silencios tiernos, a veces tímidos, que contagian serenidad. Muy distintos de esos otros silencios pugnaces...