Use aunque sea una bufanda, me aconsejó el médico, preocupado con mi bronquitis y la amenaza del aire acondicionado que congela sin miramientos oficinas y edificios enteros en Medellín.
¿Una bufanda? Mentalmente recorrí calles, espacios, salones, sitios de trabajo. Nadie usa ya una bufanda. De ahí, supongo, la sonrisita entre burlona y compasiva que despertaba mi presencia el día en que me atreví a aparecer en público enfundado en tan inesperada prenda. Con los días de frío y ese acoso bronquial del aire acondicionado, le he tomado cariño.
¿Una bufanda? Sí, allí estaba, en el fondo del ropero, entre vestidos viejos. Allí estaba, enroscada como una serpiente en estado de hibernación. Apenas la tomé entre mis dedos se deslizó trémula y como un viejo...