Hace un mes y medio que tuvieron la condescendencia de pasar por esta redacción Sergio Fajardo y algunos de sus “preciosos”, como los llaman con certera ironía en el programa de humor La Luciérnaga. Ya sacaban más pecho del que les daba el cuerpo. La razón de aquel envanecimiento era una seguidilla de encuestas que, entre enero y principios de febrero, los daba en la punta de las preferencias. Pero el electorado es sensible, voluble, a veces impredecible.
Es mejor la grandeza que el agrandamiento. La primera es de gente noble, el segundo es propio de los modestos falsos.
Por creerse ganadores antes de tiempo, por no ser capaces de escuchar con más receptividad y sensatez a otros interlocutores válidos e incluso necesarios como Humberto de la Calle,...