«Solo en los países pobres madrugamos», me dijo una vez una periodista colombiana afincada hoy, hasta donde sé, en Sevilla. Su afirmación no podía ser más precisa. Es cierto que en Europa trabajamos de lo lindo, pero nada se mueve en España, por ejemplo, h
asta las 9 de la mañana, a excepción hecha de los servicios básicos y las cafeterías, donde desayuna el 90 % de los trabajadores. Aquí, el café de las 11 es una religión que no ha podido tumbar ni la dichosa globalización y los viernes por la tarde en Madrid no queda nadie en las oficinas más allá de las tres, como en Londres, París o Nueva York. Por contra, como han visto estos ojitos verdes vagabundos, en muchos países de Latinoamérica, Asia y África la empresa privada obliga a trabajar los...