Son dos cosas diferentes, la realidad y la percepción de esa realidad. Las grandes mentiras del último siglo se montaron con base en la manipulación de lo que la gente pensaba de ellas. Así, el Nacional Socialismo de Hitler, el padrecito Stalin, la America great again de Trump. Convidaron al cielo, engolosinaron a muchos, entregaron campos de muerte y destrucción de naciones.
El encierro obligatorio, se vendió como muralla suprema contra la pandemia. Al comienzo, la ciudadanía aturdida agachó cabeza y se metió a la jaula. Pasaron horas de palabrería en la televisión, medidas discordantes de mandatarios locales y nacionales, miseria de la mitad de la población que vive al día.
Después de dos meses y medio de cuarentena, impuesta a empujones cada dos semanas, el pueblo se cansó de esperar y desesperar. La luz del otro lado del túnel resultó promesa de cumbiambera. Los negocios de esquina se desplomaron, los pordioseros son más numerosos que las esquinas.
La noticia chistosa de Actualidad Panamericana tituló así: “Dos epidemiólogos coinciden”. Es tal la confusión de cifras, curvas, y picos, que el acuerdo inventado entre un par de expertos en la materia se asume como chiva periodística. ¿Qué ocurre en la mente del colombiano de a pie, sometido a tal galimatías?
Pues sencillamente que este individuo cambia de percepción sobre el acierto de la cuarentena. Es posible que siga cumpliendo la regla, por miedo al policía y al millón de la multa. Pero su adhesión voluntaria y libre se transforma en disgusto. Encuentra subterfugios contra el “aislamiento opcional obligatorio”, como lo denomina con chacota el tuitero @DivisiónDeAriza.
La sustancia del acuartelamiento no cambia, pero la apreciación del público se habrá sublevado. De entonces en adelante, la conducta general se acomoda a esta representación. Pululan las fiestas clandestinas, la algarabía en piscinas, los tragos con amigos, las excursiones a los parques, los chicles de los vendedores ambulantes.
Cada cual fabrica su libertad. Las autoridades no dan una imagen veraz del monstruo. La gente pierde el miedo, por asfixia física y mental o por necesidad económica. La ciencia patina, los virólogos del mundo disparan los ensayos de vacuna en mil y una direcciones improbables. La realidad, sea cual fuere, resulta rota por la percepción de la realidad.