Andaba en busca del tal personaje para despedir el año hasta que encontré dos donde menos los esperaba. Son de esos colombianos valiosos, anónimos, no aparecen ni en el pasa del diario, siempre ven el vaso lleno.
Como los pájaros que cantan y no se sientan a esperar los aplausos del respetable, mi par de ilustres desconocidos, hacen bien su trabajo; se juegan los restos en cada jornada y regresan a casita a acariciarle el pescuezo a su “dulce enemiga”, juegan con el niño y reciben el pliego de peticiones que les presenta su perro meneando la cola.
No los espera la ley para reducirles la libertad a su mínima expresión por haber pateado los códigos. Tienen y les sobra con su ardua y sencilla cotidianidad.
Había pensado en declarar personaje del año...