Desde el siglo IV se empezó a celebrar en la Iglesia católica de Roma una festividad litúrgica la noche del 24 de diciembre para proclamar el natalicio de Jesucristo, en lugar de la fiesta pagana dedicada al “nacimiento del sol invicto” con motivo del solsticio de invierno. La celebración del nacimiento de Jesús como la Luz del mundo corresponde al sentido que desde nuestra fe le damos los cristianos al anuncio del libro de Isaías: “El pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande; habitaban en tierras de sombras y una luz les brilló” (Isaías 9, 1-6), reconociendo el cumplimiento de esta profecía en la persona de Jesús como Dios hecho hombre que hace posible la justicia y la paz en la medida en que acojamos su “buena noticia”.
La primera...