No es lo mismo la urgencia que la miopía cortoplacista. Doblegar la propagación del virus es una urgencia. Hacerlo para salvar la campaña comercial de Navidad es miopía cortoplacista. Sectores políticos más sensibles a los grupos de presión económicos sueñan con unas calles atestadas de carne humana con aspiraciones consumistas, pues esperan compensar la penuria del resto del año. Pero eso no va a ocurrir. Ya hemos cometido ese error una vez, al desescalar de forma precipitada y sin haber reforzado el sistema sanitario con el apetito puesto en las vacaciones de verano. Eso nos ha hundido en una segunda ola cada vez más inmanejable. La obcecación con la Navidad nos conduciría directamente a la tercera ola apenas pasados los días de Reyes (principios de enero). Seguramente hay formas más inteligentes de gestionar la pandemia, como por ejemplo evitar la tercera ola. Sabemos cómo hacerlo, y salvar la campaña de Navidad no forma parte de esa estrategia. Prevenir algo siempre es mucho más eficaz que arreglarlo.
No es lo mismo la urgencia que la miopía cortoplacista. Investigar en vacunas es una urgencia. Fiarlo todo a las vacunas es miopía cortoplacista. Los gobernantes y gestores deberían hacer como que no hay vacuna, porque tienen muchas cosas que hacer hasta que llegue una vacuna eficaz, segura y escalable. Un gobierno no puede descubrir una vacuna –hay gente muy bien preparada que está haciendo todo lo posible para ello–, pero puede y debe tomar unas decisiones que, al menos hasta que llegue ese milagro científico, son tan importantes como él. Mientras la mayoría de la gente no esté inmunizada, ese papel lo tienen que emular las medidas de confinamiento, perimetrales y, sobre todo, intraperimetrales. Eludir esta línea de acción porque a lo mejor llega una vacuna y lo resuelve todo es un error político garrafal.
El comité asesor de la agencia del medicamento de Estados Unidos (Food and Drug Administration, FDA) arrojó un jarro de agua fría a las esperanzas de ver aprobadas vacunas rápidas este mismo año, y ello pese a los 11.000 millones de dólares que la Administración Trump ha inyectado en la Operation Warp Speed para acelerar la vacuna anticovid. Hay unas cuantas vacunas que teóricamente podrían aprobarse este año, pero con unas deficiencias tan obvias en los protocolos de ensayo clínico y unas dudas tan serias sobre su capacidad para prevenir el contagio que el principal panel de expertos que debe asesorar sobre ello no está por la labor de recomendar su aprobación. Tenemos que estar preparados para aguantar otro año como mínimo a base de medidas impopulares.