“La serpiente me sedujo y comí”: La confesión de Eva ante la pregunta inquisidora de Yahvé en el comienzo del Génesis. La tentación, la seducción vino de algo mucho más profundo que la carne y todavía más peligroso: el conocimiento. “Es que Dios sabe muy bien que el día en que comas de él se os abrirán los ojos y seréis como dioses, conocedores del bien y del mal”. Y por eso la mujer comió. De ahí el castigo, el destierro, la desnudez, la expulsión. Adán, la maldición del suelo, el trabajo, el sudor, la lágrima. Ni hablar de Eva, el llanto, el parto doloroso, la inferioridad basada en la culpa, la mancha eterna, el castigo. La vida como castigo, como el otro lado de un error que heredamos de nuestros primeros y verdaderos padres, el primer hombre...