En la misa exequial del sacerdote envigadeño Daniel Restrepo González (1932-2017), fallecido el 6 de septiembre pasado, no se oyó un sermón fúnebre, sino que el padre Eduardo Toro, amigo muy cercano del difunto, leyó un bello texto titulado “Homilía de mi entierro”, que el mismo padre Daniel había escrito, anticipándose a su partida. Fue un bello testamento en voz alta, una humilde y aleccionadora profesión de fe. Como escribí entonces, en mi columna del sábado siguiente, así se debería morir siempre, con plena conciencia de lo que es la muerte. Estoy convencido de que se debe dar a conocer ese texto, tanto como testimonio de devoción cristiana y de espiritualidad sacerdotal, como balance de vida y colofón a la amplia producción literaria del...