Los ferrocarriles, el teléfono y la máquina de vapor tenían el país a tope. Nueva York era un imán. En la década de 1880 el paso de los barcos de vela a vapor incentivó la inmigración. Se calcula que entre 1881 y 85 llegaron a instalarse en la costa Este un millón de alemanes, incluido Joseph María Huber.
El acero se convirtió en el gran motor de la economía. Pero Joseph sabía que había otro producto igualmente importante: la tinta. Todo el mundo necesitaba estar informado, tener noticias. Las rotativas de los periódicos trabajaban a toda máquina.
La familia Huber era un gran productor de tinta en Munich y Joseph se instaló en la Gran Manzana como su agente comercial.
Muy pronto se dio cuenta que debía atender la creciente demanda produciendo...