Los pequeños intercambios cotidianos nos dan la medida de la sociedad en que vivimos. Esa misma cotidianidad va moldeando a su vez, para bien o para mal, nuestros comportamientos y por eso en gran medida audita nuestra felicidad, amargura, comodidad, insatisfacción. Anticipo que voy a recibir palo con lo que voy a decir: por los políticamente correctos, por los que se regodean en un falso patriotismo, por los que se ofenden en un claro complejo de inferioridad por las comparaciones. Pero mi ánimo no es otro que la reflexión calmada.
Hace un tiempo mi mamá sufrió una caída en vacaciones que le impidió volver a casa por sus propios medios. Tuvo que utilizar una silla de ruedas de regreso de un viaje familiar. Estábamos en Estados Unidos. Voy a...