Tuve la oportunidad, en el reciente foro del Centro Democrático, de saludar al coronel Plazas Vega y a su señora Tania el día después de la liberación del militar. La alegría que sentí al abrazarlos es indescriptible, fue un abrazo que me reconfortó con mi patria. Por fin se hizo justicia después de una injusticia de ocho años y cinco meses. Para mí fueron unos segundos de tanta felicidad que lágrimas derramé al saber y verlo que volvía a la libertad después de pagar una pena que no debería haber pagado por un acto patriótico, de cumplimiento con su deber y por amor a la patria que juró defender como lo hizo.
Tiempo he tenido para reflexionar sobre lo que pasa en Colombia. Esto no debería suceder.
Como ingeniero y como empleado público que he...