Barack Obama no pudo parar la sangría. Ni sus propuestas legislativas ni sus discursos emotivos ni lo simbólico de su mandato, como primer presidente negro en la historia de su país, detienen una herida racial tan profunda como el concepto de nación. Los negros en Estados Unidos se sienten abusados, menospreciados y maltratados. Son el blanco más fácil de una América del Norte prejuiciosa y violenta.
La semana pasada Carolina del Norte ardió tras el asesinato a tiros de Keith Lamont Scott, un hombre negro de 43 años. La Policía dice que le disparó cuando, al ver que estaba armado, se negó a obedecer órdenes. Su familia lo niega. Las investigaciones apenas comienzan y, ante las versiones encontradas, la comunidad decidió tomarse las calles. Las...