De la alabanza podemos afirmar lo que dice el evangelio de la fe, que mueve montañas. La alabanza seduce el corazón del hombre, más aún, el corazón de Dios. Síntesis del amor, que pone al descubierto la inmensidad aun de lo más pequeño.
La alabanza va de la mano de los ojos, que son para mirar. Quien mira con atención descubre cualidades y maravillas en las personas y las cosas, como acogida, entusiasmo, simpatía, magnanimidad, riqueza, generosidad, motivos elocuentes de admiración, y por lo tanto, de alabanza.
El cuerpo tiene ojos y el corazón también, como lo expresa el zorro en su confidencia al Principito: “Lo esencial es invisible a los ojos, sólo se ve bien con el corazón”. Ora quien mira a Dios con los ojos del corazón, y su fruto es la...