Hace 120 años, como lo recordé el sábado pasado, en un día como hoy, 30 de septiembre, poco después de las 7 de la noche, murió la carmelita Teresa de Lisieux, santa Teresita del Niño Jesús, una de las figuras más atractivas del catolicismo de nuestro tiempo.
Fue larga la agonía de la carmelita francesa, a quien el diminutivo de su nombre hace parecer erróneamente infantil. (“Me llamaréis Teresita”, así en español, respondió ella misma en esos últimos días a alguien que le preguntó con que nombre habría que invocarla cuando estuviera en el cielo). Fue, por el contrario, una mujer fuerte, a la que a los 24 años derribó la tuberculosis, entre terribles sufrimientos y, además en medio de una angustiosa prueba de fe.
No se moría una niña ese 30...