El magistrado que votó trizas había prometido paz. Lo ternó el presidente de la República para que aprobara el “fast”, y a la hora definitoria hizo pesar la balanza hacia el “slow”. Lo recomendó el rector para que su universidad brillara en derecho, pero él tenía cartas escondidas.
Había dado conferencias desprestigiando el acuerdo pacífico, y no se inhabilitó como lo hizo una colega que también tenía velas en el asunto a dirimir. Reza en filas cristiana ortodoxas, afiliadas al grupo político que había presentado la demanda. Aun así, dictó sentencia.
Hace meses la misma Corte Constitucional había fallado con distinto tinte frente al asunto del plebiscito. Hace años la misma corporación fue dique contra la reelección de quien quería elegir la guerra...