Colombia es el país de las cosas singulares. Un vicepresidente –con aspiraciones presidenciales no disimuladas— pide marchas nacionales de protesta contra la reforma tributaria avalada por su jefe, el presidente de la República. Es decir, se subleva contra las decisiones del sistema en donde actúa. Algo insólito pero no extraño en un país y en un gobierno lleno de contradicciones.
Personaliza su conspiración contra el ministro de Hacienda –que es gobierno y obra bajo los auspicios del jefe del Estado–, acusándolo de ocultar el veneno que tiene el estatuto tributario contra la construcción de vivienda social, frente que ha tenido en Vargas Lleras su motor, aceitado en los dineros otorgados por el ministro al que ataca.
Las paradojas no pueden ser...