En el pasado, cuando la vida se regía por principios y creencias y no por la conveniencia personal, el matrimonio era un estado en virtud del cual las partes se comprometían de por vida con su cónyuge a formar un hogar para sus hijos. Pero parece que el constante bombardeo publicitario anunciando las delicias que nos ofrecen los avances tecnológicos, nos ha llevado a concluir que lo importante es vivir en un estado de gratificación constante y, por lo tanto, la estabilidad matrimonial está condicionada a que vivamos dichosos. Así, el matrimonio se asume como una institución ideada para contar con una pareja por el tiempo que nos agrade vivir con ella.
Como consecuencia de lo anterior, hoy se toman como oportunidades lo que realmente son tentaciones...