Nadie espera morirse en París -una de las ciudades más bellas y civilizadas del mundo— de un bombazo, de un balazo o de un ataque terrorista. Eso, generalmente, pasa en otros lugares. No aquí. Por eso estos últimos días han sido tan extraños.
Llegué horas después de que terroristas del grupo Estado Islámico en Irak y Siria (ISIS) causaran la muerte a más de 120 personas en restaurantes, bares, un teatro y un estadio de futbol. Parte de ser periodista es llegar —y rápido— a los sitios de donde la gente sale huyendo. Y nunca había visto a París tan vacía, tan triste y tan asustada. Hasta la torre Eiffel estaba cerrada y sin luces.
En Londres, un día después de los ataques terroristas al metro y autobuses en el verano del 2005, los británicos salieron...