Pentecostés es la plenitud y la madurez de la Pascua, es decir, el Señor Resucitado da a su comunidad el don del Espíritu, que como antes había resucitado a Jesús de entre los muertos, ahora despierta y llena de vida a su comunidad y la empuja con singular valentía. El Espíritu actúa así: llena por dentro y lanza hacia fuera: “se llenaron todos del Espíritu Santo y empezaron a hablar”.
El Espíritu, alma de la Iglesia, sigue enriqueciéndola con sus dones. El Espíritu de la vida sigue haciendo brotar y florecer tantas comunidades cristianas y movimientos, y renovando a la Iglesia en tantos aspectos. El Espíritu de la verdad ha iluminado a su Iglesia para renovar su teología. El Espíritu inspira nuestra oración, enseñándonos a decir “Padre” y mejorando...