El proyecto de navegabilidad del río Magdalena, la exploración petrolífera en La Macarena o las vías sobre la ciénaga Grande. ¿Cuántos exabruptos se habrían evitado y evitarían, cuándo dinero no se ahorraría si nuestros políticos y gobernantes tuvieran siquiera una mínima información científica sobre los temas que tratan?
Claro que en esas y otras obras es común que primen intereses particulares y con frecuencia oscuros para desarrollarlos, y que sean ideados y estructurados por personas sin la debida cualificación.
La ciencia no es la panacea ni la respuesta a todo. Es más, avanza a punta de contradicciones, pues lo que una investigación da como probable otra lo descarta, creando confusión entre los ciudadanos y los medios masivos que no advierten...