El desquite de la música vieja es el fin de año. La radio sabe que en estas nostalgias la gente quiere escuchar el pasado. Entonces sacan a la luz del sonido la batería de éxitos del siglo pasado. Y aciertan: todos se embelesan arrugando el alma a propósito de las canciones del cerebro ido.
En esas notas figuran las semillas de las emociones. Suenan a infancia, a cariños muertos, a mundos perfectos. Las voces de los intérpretes no envejecen. Al contrario, resucitan cada vez que levantan el polvo de los años al que le basta ser soplado con suavidad para enardecer los recuerdos.
Cada persona tiene la edad de la música que lo constituye. Por eso saberse la letra de boleros, tangos y despechos es peligrosamente delator. ¡Qué le vamos a hacer! El sedimento...