Hace unos años, haciendo un curso de fotografía, conocí a una chica que me cayó bastante bien. Teníamos una relación cordial, pero no pasaba de un mutuo interés por la materia y un sentimiento mutuo de simpatía. Un tiempo más tarde me añadió a su Instagram, yo al mío y nuestra relación pasó al plano de las redes. Tengo más de cuatro años sin verla en persona, pero conozco más sobre su vida que sobre la de amigas con las que me une un lazo profundo de amistad, aunque nuestra comunicación virtual sea más bien escasa.
A esta chica la he visto amamantando, incluso un día abrí la aplicación para encontrar una foto de silueta sentada en el W.C. con una reflexión de algo así como escatología existencia. La he visto en piyama y en muchos momentos más...