Hemos insistido por décadas en la urgente necesidad de una profunda reforma al sistema de administración de justicia. Cuando fui viceministro de Justicia trabajé sin descanso en ello, junto con el ministro Fernando Londoño. De hecho, preparamos un proyecto de reforma integral que avanzó por buen camino hasta que las altas Cortes lo hicieron fracasar.
Hoy esa reforma es más apremiante que nunca. Antes se habían destapado crímenes cometidos por fiscales, jueces y magistrados de tribunales, envueltos en toda clase de desfalcos contra el Estado, en los más diversos carteles. Pero el caso de tres expresidentes de la Suprema envueltos en groseros casos de corrupción es la tapa de la olla. Que la putrefacción haya saltado al más alto tribunal solo...