El evangelio de Marcos trae una historia conmovedora. La de Jairo, un jefe de la sinagoga, que cae a los pies de Jesús suplicándole por su hija de doce años, que está a punto de morir. Jesús acepta ir con Jairo y antes de llegar a su casa les dicen que la niña ha muerto. Ante “el llanto y grandes alaridos”, Jesús dice a Jairo que no tema, que tenga fe porque la niña no está muerta, sino dormida.
Lo que para los demás es una muerte, para Jesús es un sueño, y cada uno actúa según lo que ve. Jesús, lleno de mesura y tranquilidad, toma a la niña de la mano diciéndole: “Escúchame, niña, levántate”. Y al instante se levantó. “Y todos quedaron llenos de estupor” (Marcos 5,42) y gozo indecible.
Se trata de dos comportamientos contrapuestos, inspirados...