Era una de las 80 mil tiendas de barrio que hay en Colombia, con sus estantes llenos de gaseosas, cervezas, cigarrillos y víveres... y un radio en el que suena música vieja. Pero, para mí, era mi tienda, el lugar donde iba a buscar a mis amigos. Allí conversábamos, compartíamos un trago, veíamos pasar la vida.
La descubrí una tarde cuando paseaba por el vecindario de un edificio de apartamentos adonde me fui a vivir y me sentía huérfano de las calles, las casas, los árboles y los amigos de mi antiguo barrio.
Era una tienda situada en la esquina de la carrera 72 con la calle 44 A. No tenía en la fachada ningún aviso, pero muy pronto supe que la gente la llamaba “la tienda de los monos” o “de los jericoanos”. La atendían dos hermanos: Bernardo e...