Al comienzo de la década del 2000, un brutal conflicto en Sudán occidental entre el gobierno y los rebeldes resultó en la muerte de cientos de miles de darfuríes y millones de refugiados desplazados. En el 2004, los Estados Unidos declararon genocidio las acciones de Sudán.
Luego de aquel pique en atención, el mundo en gran parte se ha olvidado de Darfur. Desafortunadamente, el gobierno de Sudán no lo ha hecho.
Dado que el gobierno de Sudán rutinariamente excluye a periodistas de la región de Darfur y restringe el acceso a trabajadores humanitarios, cualquier mirada a la vida allí es limitada. El gobierno ha silenciado a la misión conjunta pacificadora de las Naciones Unidas y la Unión Africana en cuanto a derechos humanos al cerrar la Oficina de Derechos Humanos en la capital, Jartum, obstaculizando investigaciones sobre supuestos abusos y presionando a la fuerza pacificadora para forzar su retiro.
Se reportó que apenas la semana pasada el régimen convenció a la misión pacificadora para que se retirara de áreas que dice están estabilizadas. Como resultado, atrocidades en masa seguirán ocurriendo en Darfur sin testigos de afuera. Este es el caso en el Nilo Azul y los Montes Nuba, dos regiones del sur devastadas por las políticas de tierra arrasada del gobierno.
Sin embargo de vez en cuando un pedacito de evidencia sale a flote. En años recientes, reporteros ciudadanos y defensores de derechos humanos de Darfur y los Montes Nuba han contrabandeado videos que muestran bombardeos y pueblos en llamas. Confirmamos la quema y el bombardeo sistemáticos de por lo menos media docena de pueblos en la región de Jebel Marra, en Darfur oriental, el año pasado.
Para evitar escrutinio, el gobierno ha gastado millones de dólares suministrados por Catar para montar ‘pueblos modelo’, a donde trata de motivar a darfuríes desplazados por la violencia para asentarse. Recientemente Human Rights Watch registró un espeluznante incidente de violación masiva en Tabit, uno de estos pueblos.
Después de recolectar más de 130 testimonios de testigos y sobrevivientes por teléfono, investigadores concluyeron que al menos 221 mujeres fueron violadas por soldados del ejército sudanés en un periodo de 36 horas en octubre pasado. Los intentos de los pacificadores por investigar este incidente fueron obstruidos, y sus cortas entrevistas con los habitantes fueron desarrolladas en medio de un clima de intimidación.
El ejército ha controlado al pueblo desde 2011, y tiene una base en las afueras, y no estaba tratando de sacar a la población de sus hogares para ganar territorio. La violencia sexual no tiene objetivo militar; es una táctica de control social, dominación étnica y cambio demográfico. Actuando con impunidad, las fuerzas del gobierno victimizan a la comunidad entera. La subordinación racial es también un mensaje subyacente, dado que grupos no árabes son señalados para el abuso.
Cortes de derechos humanos alrededor del mundo han encontrado que las violaciones cometidas por soldados o policías pueden constituir tortura. Al revelar sus descubrimientos sobre crímenes en Bosnia, el Tribunal Internacional para la Antigua Yugoslavia encontró que las violaciones de mujeres en dos campamentos fueron actos de tortura dado que la violencia sexual fue utilizada como un instrumento de terror. Las violaciones en masa en Tabit siguieron el mismo modelo.
Durante nuestras visitas a Darfur, los Montes Nuba y los campamentos de refugiados en países vecinos, hemos escuchado historia tras historia como esta desde Tabit. Estas ‘violaciones de tortura’ son solo una herramienta en el arsenal criminal de Sudán, que también incluye bombardeos aéreos de hospitales y campos agrícolas, quemas de pueblos y la negación de asistencia alimentaria.
Desafortunadamente, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas está demasiado dividido para responder con acción a los crímenes que están siendo cometidos en Darfur y otras zonas de Sudán. Rusia y China, que tienen vínculos comerciales con Jartum por medio de la venta de armas y negocios petroleros, no están dispuestos a aplicar presión que tal vez pueda alterar los cálculos del gobierno de Jartum. Pero eso no significa que la comunidad internacional no tenga ventajas.
Las ‘violaciones de tortura’ en Tabit nos recuerdan que las mismas condiciones que llevaron a los Estados Unidos a declarar el genocidio en Darfur aún están firmes. No podemos olvidar a los sobrevivientes, y tenemos que imponer costos disuasorios contra los responsables y sus simpatizantes.