Muchas personas han caracterizado mi novela, “El Simpatizante” como una historia de inmigrante. No. Mi novela es una historia de guerra y yo no soy un inmigrante. Soy un refugiado quien, como muchos otros, en algún rincón de su mente nunca ha dejado de ser un refugiado.
Los inmigrantes son más reconfortantes que los refugiados porque hay un final para su historia; sea como sea que hayan llegado, si son documentados o no, sus deseos por una nueva vida pueden ser absorbidos por el sueño americano o la narrativa europea de civilización.
En contraste, los refugiados son los zombies del mundo, los muertos vivientes que se elevan desde sus Estados moribundos para marchar o nadar hacia nuestras fronteras en olas interminables. Se estima que existen...