Sorprende que, a dos años de las conversaciones en Cuba para terminar el conflicto armado, el jefe de las Farc esté tan poco o nada convencido de que su organización dejará su alzamiento en armas y se decidirá, sin reversa, a transitar los caminos de la política desde la civilidad.
Es como si nos dijera que no se ha afeitado porque en el monte es muy difícil conseguir una Gillete. Por eso sus comunicados están llenos de dudas sobre si las Farc deben rasurarse o no, de una vez por todas, la maleza que son esas botas de caucho, esos morrales de piedra y esos fusiles con bocas tan depredadoras.
Basta con ponerse a leer los escritos más recientes del jefe guerrillero y uno se queda lleno de preguntas sobre qué tan dispuestas están las Farc, hoy, a...