La palabra hipnotiza. Juntar las sílabas con calma, acentuar la lengua donde debe ser, ajustar la cadencia, sentir cómo se arma una idea, una imagen o una ilusión hace parte de la vida, es decir, de la lectura. Casi todos los libros están hechos para leerse en silencio, pero algunos muy especialmente, además de conectar los ojos y el alma, te susurran: ¡Habla! Y entonces uno empieza a repetir las palabras, no solo en la mente sino en el universo, como si así fuera posible que eso tan lindo que lee uno, también lo escucha alguien que espera un pedazo de viento debajo de un árbol, una brisa que trae palabras desorganizadas.
A mí me pasó eso hace mucho cuando leí un poemita de María Elena Walsh que dice: “Hace tiempo que tengo una gran duda: Hay...