Días antes de que cerrara la librería Dante, yo pasé por ahí. Vivía fuera de Medellín y cada que regresaba a mi ciudad volvía sobre las calles del centro para inventariar nostalgias. Aquella vez, Federico Cuartas, el librero que heredó el negocio de su padre, lamentaba que ya la librería no daba para más, que él estaba cansado y por eso lo mejor era cerrar, al fin y al cabo, esta ciudad olvida fácil y una librería abierta o una cerrada, da igual, la gente poco a poco está perdiendo el amor por los libros, me dijo.
Hace un par de semanas pasé por la librería América, la única de las librerías de antaño que sobrevive como una isla rodeada de basura y películas pornográficas en la calle Boyacá. De nuevo se repite la historia, como si mi peregrinar...