Cuenta mi amigo, el doctor Aníbal Ruiz, que en Cañasgordas, había un tinterillo muy avispado llamado Ramón Montoya, que vivía de hacer “trámites y peritazgos judiciales”, y los campesinos le decían “dotor”.
Cierto día del año 1998, llegó un campesino a la oficina del “dotor” Montoya para solicitar un certificado de libertad y tradición de un predio para empezar los trámites de una sucesión.
--Con todo gusto, apreciado amigo. Dijo el acucioso tinterillo, Ramón Montoya. Eso le va a costar 40 mil pesitos, porque me tendré que desplazar a la ciudad de Frontino, donde queda la Oficina de Registro, mis honorarios profesionales, más los viáticos de transporte, los tintos y guaros mientras espero el certificado, fuera de lo que me cobre el funcionario...