Aunque me volteo más que un desvelado, cuando esté en la intimidad del cubículo listo para votar en las próximas presidenciales, pensaré en un exnadaista que de niño salió como volador sin palo de Manzanares, su terruño caldense.
Salió por cuenta de alguna de las tantas formas de violencia que se dan silvestres en la parroquia. Con razón Humberto De la Calle, jefe de los negociadores criollos en La Habana, no cree en Dios. Cree en todos los dioses que nos harán el milagrito de que los hijos vuelvan a enterrar a sus padres.
No importan los kilos de más que “lo habitan”, a juzgar por lo que dejó ver la guayabera blanca de la paz que lucía en la firma del reciente acuerdo sobre justicia transicional y víctimas.
Guayabera que le quedó un tanto larga....