Como durante los años de formación de los padres somos las personas más importantes del mundo para nuestros hijos, también somos el libro en que ellos aprenden los principios y las virtudes que los guiarán por un buen camino. Así, lo que hagan con su vida será, en buena parte, el resultado de lo que nosotros les inculquemos como valioso e importante.
No hace falta que nos gusten las labores de la crianza y ni siquiera que los hijos logren lo que esperamos de ellos para disfrutar de la dicha de criarlos. Amarlos es suficiente para vivir plenos. Nuestra felicidad y su bienestar dependen de la generosidad de nuestro afecto, no de lo dignos de amor que sean los niños. Y la forma en que los amemos es la que determinará cómo se tratará la Tierra, cómo...