El verso del brasileño Guimaraes Rosa parece hecho a la medida de los jugadores del Chapecoense y sus compañeros de vuelo interrumpido en el Cerro Gordo del municipio de La Unión: “Las personas no mueren, quedan encantadas”.
En ese Cerro pongo un Cristo de Corcovado virtual en memoria de los caídos: jugadores, periodistas, directivos, tripulantes, aficionados. La noche de la tragedia el Corcovado de Río se había ido de playa.
“El cuento de hadas terminó en tragedia”, rezó el conmovido canciller del Brasil, José Serra, en el homenaje que les rindió todo Medellín a los “anónimos” que venían a asombrarnos con su arte. La Cenicienta del fútbol terminó llevándose el trofeo.
Imposible no sumarse a las lágrimas del canciller y del alcalde chapecoense...