Es insólito decirlo, pero es la realidad: el dinero para la ciencia, la tecnología y la innovación está disponible pero no se usa en Colombia. Cada año, el Gobierno Nacional destina un cupo de $1,7 billones para exenciones tributarias y en el 2014 solo se descontaron $400.000 millones. El artículo 32 de la Ley 1739 de 2014 reza: “las personas que realicen inversiones en proyectos calificados por el Consejo Nacional de Beneficios Tributarios en Ciencia, Tecnología e Innovación como de investigación, desarrollo tecnológico o innovación, tendrán derecho a deducir de su renta, el 175 % del valor invertido en dichos proyectos en el período gravable en que se realizó la inversión...”. Esta ley privilegia los proyectos presentados en alianza universidad-empresa y busca que el sector privado sea más productivo y competitivo gracias a sus capacidades de innovación.
Con estas cifras, la pregunta que queda en el ambiente es, ¿por qué no se están usando los incentivos nacionales? Puede haber varias razones. Una de las más fuertes es el desconocimiento de los empresarios de esta posibilidad que les brinda la ley. Entre el año 2012 y el 2014 los estímulos fueron utilizados solo por doce empresas y una sola, Ecopetrol, se llevó alrededor del 81 % de los incentivos aprobados. Pero también hay que considerar que no se ha estimulado al sector productivo de la mejor manera para que busque las exenciones, pero de otro lado el cambio de reglamentación y las reglas de juego, sumadas a la alta tramitología y rechazo de los proyectos por temas de forma más que de fondo, ha dado como resultado un desinterés total por los incentivos. Desde el año 1992 ha habido siete cambios a la norma y de estos, cuatro se han dado desde el 2009. En el 2012 el Gobierno, con muy buenas intenciones, hizo un llamado para que los empresarios aprovecharan la deducción tributaria y se logró la cifra de 340 proyectos presentados, de los cuales, el Consejo Nacional de Beneficios Tributarios negó el 50 %, desestimulando bastante a las empresas proponentes y provocando una caída vertiginosa de más del 100 % para el 2013.
Algunos empresarios han manifestado un exceso de formalismo y que los proyectos se niegan por falta de algún documento básico como una carta. De hecho, en un caso que conozco, a una empresa que presentó once proyectos de innovación le negaron nueve por falta de una carta y los otros dos pasaron sin la misma y, para rematar, cuando los proyectos se niegan no se da retroalimentación a los proponentes para que mejoren la forma de presentación futura.
Después de un esfuerzo científico-tecnológico, bien fundamentado, si falta una carta, el sistema de evaluación debería ser más flexible y permitir que se anexen documentos básicos en los dos o tres días siguientes a su presentación. En este caso, debemos aprender más de los escandinavos que se fijan más en los resultados que en el proceso y por ello son altamente simplistas al momento de desarrollar nuevos procesos.
La directora de Colciencias, Yaneth Giha, está haciendo todo lo posible para mejorar estas lógicas, pero muchas veces a las mismas estructuras que llevan años haciéndolo de la misma forma no les interesa cambiar. Todo cambio genera dificultad pero es necesario. No podemos seguir así.