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Amable lector. La reforma tributaria de 2014, que fue aprobada con especial apremio, en esencia para obtener más recursos con destino a las arcas del Estado, también agregó una mayor complejidad al ET, algo que parecía imposible.
Por fortuna el Gobierno hace unas pocas semanas nombró una comisión de expertos para estudiar el régimen de las entidades sin ánimo de lucro, las exenciones tributarias, el impuesto a las ventas y los gravámenes que manejan los departamentos y municipios.
Se pretende con ello combatir la evasión y las magias fiscales cada vez más exuberantes en nuestro medio. Y, de otra parte, hacer un sistema tributario más equitativo y eficiente. Las conclusiones deberán presentarse al finalizar el presente año, por lo tanto, solo a partir de 2016, se sabrá cómo tener un buen manejo de lo que se llama la Hacienda Pública; que en palabras del pueblo, significa ordeñar a los contribuyentes de siempre.
En el caso de las entidades sin ánimo de lucro, que desde luego son muchas las que hacen uso indebido de los beneficios fiscales, hay otras que prestan eficaces ayudas a los más desprotegidos que, de alguna manera, son los huérfanos del Estado.
Mientras que en dos o tres décadas, siendo optimistas, alguien tome la decisión de hacer realidad una reforma tributaria, tal como se pretende ahora, no existe ninguna razón para que los funcionarios de impuestos nacionales sigan ausentes en el control de aquellas que están utilizando la fachada de entidades sin ánimo de lucro para fines muy diferentes. Ayudaría un poco derogar el Decreto 4400 del año 2004.
Soy consciente de estar arando en el desierto, que en la práctica es perder el tiempo, cuando afirmo que redactar un texto que haga eficiente y equitativo el sistema tributario, es algo que se puede lograr en poco tiempo. Pero también sé que ni los ministros de Hacienda, ni los dirigentes empresariales, están preocupados en hacer realidad este objetivo. Para ellos, es preferible seguir haciendo remiendos, a costa de alejar la inversión.
Mientras tanto, cada reforma tributaria agregará una mayor hojarasca al sistema actual e impondrá mayores tributos a los mismos que hoy soportan las cargas del Estado.
Es demasiado notorio que los funcionarios de impuestos nacionales son los únicos que no conocen a los magos que hacen desaparecer millones y millones de patrimonios y de rentas gravables, en menos de lo que canta un gallo.
Alguien me preguntó si la Dian era consciente de las normas que la facultan para sancionar a contadores, revisores fiscales, notarios y otros más. Después de pensarlo un poco le respondí que tenía la impresión, tal vez equivocada, que no. Cuando se miran las estafas de los años recientes de intermediarios financieros y los fraudes que se han denunciado en otras sociedades, los medios de comunicación casi nunca señalan que se hayan castigado a los profesionales que fueron cómplices de estos engaños.
En contraste con lo anterior las personas que por ignorancia incurren en alguna falta, que no hacen daño a otros, los funcionarios de impuestos suelen ser despiadados.
