Los poetas no mueren. Por eso, a Charles Aznavour lo despedimos solo con un adiós corto, momentáneo. Su voz, ternura, fragilidad y emoción, transitarán siempre en la memoria de los que compartimos su época y su música.
¿Cuántos de nosotros adoptamos sus versos, los convertimos en nuestros, en parte de nuestra vida? ¿Cuántos hicimos nuestra su sensibilidad, su pluma y su voz? Cada una de sus palabras nos pertenece, es parte de nuestro pasado, de los amores que vivimos, de las penas y reveses que sufrimos.
¿Cuántos despedimos a nuestra madre con su hermosa canción de despedida materna? Su voz acompañó mi adolescencia y la de muchos de los que hoy me leen; por eso hoy, oyendo su música, lo lloro. Me emociona el recuerdo de los vinos que compartí...