Un áspero sabor a frustración ha debido quedarle en la boca al arzobispo de Cali después del oso político/religioso que hizo al convertir exclusivamente en honestos a quienes voten el Sí plebiscitario, condenando implícitamente a los del No al círculo de los herejes y de los indecentes.
Afortunadamente tan delirante criterio llevó a la Conferencia Episcopal, que no son propiamente sus hermanos separados, a desautorizar tamaño maniqueísmo. Eso de parcelar con baculazos, por discutibles discrepancias políticas a su feligresía entre ángeles buenos y réprobos, sí que está alejado del espíritu evangélico.
Colombia tiene dolorosas experiencias de aquellas épocas nefastas en que el clero participó activamente en la pugna electoral. Se recuerdan los nombres...