No comparto que “mama es mama y papas venden en la plaza”. Tal vez porque tuve un papá de lujo, porque mis hijos tienen uno ídem y porque sé que como ellos hay millones que enaltecen la paternidad, hoy celebro a los padres y escribo, con profundo agradecimiento, Manos de papá.
Manos que asumen la responsabilidad de sus actos con amor. Manos que cambian un pañal, que calientan un tetero o cantan una canción de cuna mientras el resto del mundo duerme plácidamente.
Manos que, a veces, son el único sostén de una familia. Manos callosas que se tornan suaves para prodigar una caricia. Manos que saben de virtudes, que dejan enseñanzas, que ayudan en las tareas y reciben un informe del colegio. Manos querendonas que consuelan, alegran y sanan un raspón...