Ya marca con el cuatro, aunque algunos de sus rasgos conservan pinceladas juveniles, como si se negaran a dejarlo crecer. Su infancia transcurrió, más que feliz, en un barrio que no olvida: Belén Alameda.
Cuando habla de sus padres una lágrima aparece, inevitable. Su mamá, fallecida hace poco más de cinco meses, “estaba entera, linda, se mantenía como un pavo real”, dice. A su papá lo define como un hombre vertical, íntegro, y leal. Habla de ellos con amor genuino y con un agradecimiento profundo porque construyeron para él y sus hermanas una familia bonita y unida, alimentada con valores humanos.
Estudió en el colegio de los Benedictinos y después en Los Alcázares, de donde aún conserva sus grandes amigos de la vida. Luego fue a la Universidad...